Las personas con discapacidad suelen estar excluidas socialmente en algunos países de Asia Central. Por ello, tienen especiales problemas para encontrar trabajo que les permita mantener a sus familias.
La pandemia ha agravado dramáticamente este problema. El verano pasado recibimos una llamada de ayuda: algunos de estos sordos estaban tan hambrientos que habían empezado a comer hierba. Nuestros socios pudieron distribuirles paquetes de alimentos con nuestra ayuda financiera.
Luego llegó el duro comienzo del invierno. Muchos no tenían leña, ni ropa de invierno, ni mantas calientes. Así que intentamos conseguir fondos para ayudarles. Mientras tanto, se distribuyeron mantas, ropa de invierno, leña, carbón y pequeños calentadores de gas, además de otros artículos que se necesitaban individualmente.
Una madre de cuatro hijas sordas estaba a punto de quitarse la vida desesperada, pero fue detenida a tiempo por una hija. Poco después, nuestro equipo llegó y les llevó la ayuda que tanto necesitaban. Todos estaban asombrados y decían que nunca habían vivido algo así. Apenas podían creer lo que estaba ocurriendo; lloraban de agradecimiento.
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